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Abrigo de Piel

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flybird321's avatar
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Belén es una niñita de 7 años, muy pequeña e inocente. No juega con su celular como otros niños, que ni la cuerda saben saltar, sino que sale a la calle y da una vuelta en bicicleta con su mamá.

Todos los días, Belén divisa a una anciana de pelo canoso con una prenda particular: un abrigo bien colorido y peludo que le tapa el torso, los brazos, el cuello y las mejillas. La niñita miraba obnubilada, mientras que su madre observaba con repudio.
—Esa mujer es mala influencia —le diría—. No te acerques a ella, Belén.
Y ella le preguntaría, con su voz infantil— ¿Por qué?
—¿Recuerdas la vez que te compré tu chaquetita con capucha peluda, la que te hacía picar la nariz pero que te abrigaba mucho en los días helados?
Ella asintió.
—Pues el abrigo que usa esa señora —la señaló— no es como los que te compro, de pelo sintético. Es pelo de verdad. Pelo que se le arrebató a un animal indefenso y que se usó para hacer ese abrigo, que la sinvergüenza lleva puesta como si un lujo fuese —le explicó.
—Y ¿esos animalitos sufren mucho cuando se les quita el pelo? —preguntó.
La madre censuró la parte de "matar al animal, cortarle y arrancarle la piel", diciendo después de pensarlo bien— Sí, hija. Sufren mucho. ¿Te acuerdas de la gatita de tu abuela, la Mimi, con la cual jugabas tardes completas? 
La niña asintió con vehemencia.
—Ya. Supongamos que yo tomo a la Mimi y la hago un abrigo, ¿la usarías como prenda?
La niña negó con el ceño fruncido.
—Pues es lo mismo, solo que esa señora no lo usa para abrigarse, sino para lucirse, la muy descarada. ¿Ya entiendes por qué no debes acercarte a ella?
—Sí —respondió ella.
—Bien. Sigamos nuestro camino, que si no, no hay pan para la once —la niña pedaleó al lado de su madre, satisfecha con la nueva enseñanza que le dio a su hija.

Al día siguiente, Belén se encontraba jugando a las muñecas en el patio de su casa, mientras su mamá pagaba las cuentas. En eso se aproxima, con suma arrogancia, la anciana del día anterior, con otro abrigo de piel de un color grisáceo. La niña le hizo una mueca fea y le sacó la lengua; en tanto la mujer mayor, en respuesta, le desvió la mirada con molestia. Un hombre joven que camina tras de ella, de ojos cafés y piel tostada bien cuidada, notó aquella escena y se dirigió a la niña.
—¿Te cae muy mal esa mujer?
Ella no le contestó, solo lo miró.
—Entiendo, no hablas con extraños, ¿verdad?
Asintió, inexpresiva.
—Eso está muy bien, te felicito —la elogió—. A mí tampoco me cae bien. ¿Quieres que hable con ella?
Belén se encogió de hombros.
—De acuerdo, te dejo tranquila. Adiós.
La niña se despidió con la mano y volvió a sus asuntos, los más importantes a esa edad.

El día pasó, y la semana también. El hombre no regresó y la anciana tampoco apareció. Belén había salido a jugar con un cachorro que le regalaron llamado Copito, un poodle toy con rizos blancos, lleno de energía y que ladraba bastante. La niña soltó la correa sin querer y el perrito se fue corriendo no más de dos casas, parando justo frente a alguien. Belén, al momento de acercarse, tomó a Copito en brazos y se alejó de la anciana, quien había reaparecido con otro tipo de ropa.
—No toque a mi Copito —le suplicó—, no le ha hecho nada mi Copito.
—¿Pero qué dices, niña? —le cuestionó, con su voz gastada—. Es de mala educación contestarle así a tus mayores, ¿que no te enseñaron en la casa o en el colegio?
—A mí me dijeron, que no se debe vestir piel de animal, porque los animalitos sufren —le dijo, observando su renovado atuendo. Parecía una chaqueta de cuero color marrón claro, con unos cuantos diseños negros elegantes encima, que le cubría su cuerpo huesudo y arrugado.

La anciana sonrió—. Oh, no querida. No tienes porqué exhaltarte. Esta no es piel de animal.
—Entonces, ¿no volverá a usar piel de animal? —le brillaron los ojos. El cachorro gruñó.
La mujer negó con la cabeza lentamente—. No más, te lo aseguro. Aquel joven de la semana pasada me hizo cambiar de opinión. Qué simpático chico, ¡y qué buen mozo! Tengo que irme, cuídate y no andes sola en la calle, es peligroso para una jovencita tan pequeña— y dicho esto, se fue.

Belén, por su parte, se fue al patio de su casa junto a Copito, con una expresión de alegría y satisfacción, y jugó con él todo el día. Después de todo, ya no tenía que preocuparse de que lo convirtieran en abrigo, ¿no?

Ya esperaba volver a encontrarse con el hombre que salvó a muchos, muchos animalitos y darle las gracias.
Una historia muy corta sobre una anciana que usaba pieles de animal, y la repentina idea de un cambio de estilo.
© 2014 - 2024 flybird321
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TalyNH's avatar
Oops! Clap ...me gustó mucho! :)